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El lado oscuro como celebración - por Matías Canteros

Foto: Matías Canteros.

Nina Suárez en La Fábrica el 15 de agosto (Lanús)

El lado oscuro como celebración

Por Matías Canteros

Para una banda, sacar un disco y tocarlo en vivo, suele ser un momento trascendental; en la preparación de un nuevo material se atraviesa por un proceso estético largo y dedicado y que, una vez ya finalizado, se produce una necesidad de materializarlo, de sacarlo fuera de la sala de ensayo y tocarlo frente a un público. Para Nina Suárez, el 15 de agosto coincidió con ambas instancias: la salida de su nuevo disco, El lado oscuro, y su presentación en La Fábrica (Lanús), en la que acompañarían la apertura de Fevernova y Planes para una fuga.
Todos vestían con dos capas de abrigo que mantenían desde la apertura de puertas. Alguno que otro se animaba a sacarse una de ellas luego de entrar en calor tras tomar un poco de vino (servido en un frasco de mermelada). El espacio era de esos que expresan por todos lados ser multidisciplinario: apenas entrar, se veían unos percheros en ele cargados de ropa, cuadros de arte a medio terminar arriba de bibliotecas antiguas de distinto tamaño y una exposición de fotos en un rincón.
Lo único que separaba la entrada y la barra de la sala principal, era una cortina color bordó aterciopelada que iba del techo al suelo, la cual parecía más vieja de lo que quizá era por la acumulación (visible) de polvo. Detrás de ella, se encontraban más mesas, todas unas al lado de las otras sin un orden específico y, al fondo, el escenario iluminado tenuemente por luces fijas donde, arriba de él, en la penumbra, un cartel anunciaba “La Fábrica”.
En ese espacio, el murmullo de las conversaciones de los recién llegados se vería interrumpido por unas emergentes voces y guitarras que articulan entre el dream pop y el rock alternativo, con el que se anunciaba la apertura de Fevernova. La voz suave de Celine despertaba la curiosidad de algunos que se levantaban de la mesa y otros que, en su lugar, se mostraban intrigados, interpelados por los ritmos que llevaban a la introspección. Más adentrada la noche, llegaría Planes para una fuga con su propuesta de ambiente onírico y envolvente y que, con cierta timidez, lograrían atraer a los primeros bailes al son de los sonidos saturados del shoegaze y las letras melancólicas. Las mesas negras que antes se camuflaban entre la oscuridad, ahora estaban ocupadas por platos con restos de pizza y vasos con dedos marcados y con bebidas a medio terminar, las conversaciones entrecruzadas e inentendibles se escuchaban casi al mismo nivel que alguna canción de The Jesus and Mary Chain que sonaba de fondo. Los instrumentos llegaron primero, luego los tres integrantes de Nina Suárez y dejaron en el piso una cerveza Heineken con 3 chops cargados. No hicieron contacto visual con el público: Juana atravesó todo el escenario para llegar al borde izquierdo y encontrarse con su bajo, Manolo con los palillos en la mano viró para el centro, al fondo donde (apenas iluminada) estaba su batería y en frente de él, delante del escenario, Nina fue a levantar del suelo a su guitarra, se pasó por el cuello la correa y quedó sostenida por su hombro, cortando levemente la remera de Billie Eilish que llevaba. La gente, entre perdiendo la timidez y ganándole el entusiasmo, comenzó a acercarse en multitud al escenario y miraba expectante mientras arreglaban sonido. Sin previo aviso, la banda comenzó a tocar.
Manolo mantenía un gesto serio, impoluto, en cada movimiento preciso, Juana dirigía su mirada al suelo, concentrada y Nina, tocando su guitarra y acercándose al micrófono, dirigió una mirada hacía el público: así comenzó la inauguración del setlist. “El lado oscuro”, canción que cierra su nuevo disco y recibe el nombre homónimo, en un sentido inverso, abrió su show. “Y de tanto pensar / ya no sé qué soy / creo que un reflejo / oscuro de mí”, sentencia en los últimos segundos, mientras fija su vista al techo y, levemente, la luz genera un destello en su pupila que es apenas distinguible entre el pelo que le cubría los ojos. Pero esta sentencia no es un pesar, sino que es aceptación, la guitarra distorsionada acompaña en disonancia con la letra, con una melodía que se siente como una liberación: somos una convivencia de luz y oscuridad. Inmediatamente después, la canción que llega es “Algo para decirte”, que también recibe el nombre homónimo, pero de su primer disco; obra que se extiende en una serie de relatos nostálgicos de adolescencia, de amores, desamores y recuerdos familiares. En este gesto, se refuerza la idea de convivencia y se expresa como una presentación conceptual. No solo es la aceptación de estas dos pulsiones (luz y oscuridad), sino que significa abrazar las múltiples versiones de lo que fuimos y reconocerlo como parte de lo que ahora somos. Nina Suárez busca revisitar Algo para decirte, pero contaminado por una visión adulta y conciliadora presente en El lado oscuro. De esta manera, a lo largo del show habrá una intercalación entre sus ambos trabajos, provocando que el público se familiarice con su nuevo repertorio, pero sin abandonar viejos conocidos como “Quequén” o “Ciudad”.
Para la llegada de “A dónde”, perteneciente a El lado oscuro y cierre del setlist (de la banda completa), Juana y Nina frenan para ajustar sonido. Las personas del público, la mayoría con sus camperas colgando y con alguna que otra gota de transpiración corriendo, observaban los gestos y miradas cómplices que se generaban entre ellas y aguardaban lo que vendrá. Juana termina, pero Nina continua, repite metódicamente el acorde de guitarra con el que debe iniciar y, entre risas, se queja con Juana diciéndole que no está sonando bien. Reitera un par de veces más y consigue conformarse.
Inicia oficialmente el acorde, luego de unos segundos se le suma la batería y posteriormente el bajo. Esta canción, por su duración (6 minutos) y progresión rítmica, es una invitación, más que a escucharla, a experimentarla y dejarse llevar. El público lo interpretó de esa forma. “Dónde tе quedaste / en qué parte / en qué parte”, dice Nina casi a los gritos, mientras la guitarra se acelera y la batería resuena con más intensidad contagiando a un par de espectadores que comenzaron a pogear inmediatamente, finalizando con 2 minutos de puro instrumental y distorsión, buscando saturar con cada vez más ruido el ambiente. Juana deja su bajo y se retira, Manolo agarra la botella de cerveza, la toma del pico, saluda en señal de despedida y se levanta, quedando solo Nina, que se mantiene en su lugar con su guitarra y el público decide acercarse aún más al escenario.
Comenzaba a tocar, el sonido rebotaba entre las paredes y el techo alto, a los pocos segundos todos movían la cabeza con suavidad y un gesto de familiaridad les impregnaba el rostro, logran reconocerla: “Te amo”, interpretación al español de la canción de Frank Sinatra. “En un momento ideal, tu mano cerca de la mía / Y las estrellas presenciando / Como lo arruino todo porque no puedo evitar / Decir te amo “, y algunas personas, en un lento vaivén, abrazaban o besaban a su acompañante, donde Nina pasaba a ser el puente que conectaba a algo más profundo y sentimental de los espectadores.
Sea el dolor de una pérdida y la búsqueda desesperada de su vuelta que resuena como un eco en “A dónde” o la declaración de amor inoportuna de “Te amo”, son espacios donde la fragilidad se pone en diálogo con un otro, hay una exposición. El lado oscuro, es también una reconciliación con el lado vulnerable y de esa forma, dar la posibilidad de que, quizá, alguien pueda escucharte, entenderte o acompañarte.
A mediados de su show, Nina mencionaba que era la primera vez que visitaban Lanús y que presentarse era una suerte de celebración, de festejo por su nuevo álbum y que decidían hacerlo en compañía de las otras dos bandas. En ese sentido, El lado oscuro se expresa no como algo privativo, ni vergonzoso, sino como un espacio de comunión, de inclusión de nuestra totalidad y una celebración de lo que significa vivir.