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El último té, Winona Riders, 2024 - por Paula Thea

El último té, Winona Riders, 2024

Por Paula Thea

Una nota sostenida en el tiempo posiciona al oyente en el medio de la nada. Quizás podríamos imaginarnos en medio de una isla en un atardecer de verano, bajo los últimos rayos del sol, donde el chirrido de los grillos nos recuerdan nuestro pulso. Dentro de ese espacio el tiempo exige ser percibido, superpuesto y ante todo dilatado. Entre la bruma y la neblina no parece haber mucha definición, pero tampoco lo que se habita es un vacío. El tiempo, como una tela elástica, se estira y tensiona, se rasga, y entre las grietas se filtran sonidos de guitarra que llaman al oyente a bañarse en el calor.

Así comienza la canción “El último Té” de Winona Riders, publicada en diciembre de 2024 como regalo de navidad para los desesperanzados del mundo, en el albúm Split “Duotone” en conjunto con Black Market Karma.

Consumido en la estática de este único espacio, un redoblante de batería sentencia que la invitación a la peregrinación ya fue hecha, y aceptada, no hay lugar para arrepentirse. Por la grieta también se dispara una duda, un cosquilleo, un impulso y de repente como atraídos por un imán el lugar se inunda con un montón de instrumentos y sonidos que, quizás, ya estaban ahí antes de que llegaras. 

Se siente la fiebre, el calor y la multitud caminando somnolienta hacia delante. “¿A dónde vamos? ¿De dónde venimos? ¿Qué hacemos? No importa si vamos a morir” rezan y reflexionan las voces. Que la canción dure 15 minutos no es casualidad, insiste con su extensión habitar el ahora y acá. Esa experiencia es análoga a la vivencia de sus recitales, que suelen prolongarse por mucho más tiempo que un set estándar. Esta persistencia reclama la autonomía de la banda, pero principalmente el despliegue de la música. 

Winona Riders es una banda que está activa y tocando por el país, con una inminente gira por Europa, en una actualidad caracterizada por el consumo inmediato, la urgencia del instante y la ansiedad de estar en múltiples lugares a la vez. En este contexto, ellos actúan como la grieta en el panorama actual e invitan a su audiencia, como un espejo, a celebrar y sostener el baile.

Una pandereta aporta destellos, mientras que la guitarra zigzaguea por el camino de la fiebre hipnótica y la batería acompaña y deslinda a la muchedumbre en cada aumento de intensidad. Todavía se mantiene la nota sostenida del inicio, que desde el fondo se deja escuchar. El bajo se deja ver y acompaña el camino con presencia, le da forma a las dudas y persigue a la guitarra. Se genera un intercambio de predominancia y ahora el bajo guía a la masa. Mientras, ese sonido de guitarra sigue persistente.

“Recitando la última oración, despidiéndonos del sol. En la televisión dicen que nos quieren detener, jamás pedimos eso. Tomando el último té viajaremos para estar siempre en el sol.” La historia narrada parece hacer referencia a la massacre de Jonestown, pero probablemente sea otro homenaje a la banda que mencionan como su mayor referencia la Brian Jonestown Massacre.

Entre la duda y confusión, la única certeza parece ser la existencia en el presente, ahora y acá, todos juntos en el mismo lugar, mirando el reflejo del sol, queriendo imitarlo formando un círculo y lograr estar lo más cerca que se pueda de su luz. Quizás cabe preguntarse si la actitud de tomar el último té, aun conociendo el destino del cuerpo posterior al acto, encubre la búsqueda de la esperanza, la comunión, la rebeldía o la autonomía.

La guitarra y el bajo continúan densificando el aire. Con el ambiente ya cargado, las respiraciones sofocadas y sumidas en el calor y la marea de las masas, el tiempo parece haberlo consumido todo. De imprevisto, se proyecta una batería que colapsa con el resto y reclama protagonismo. Con ese gesto comienza el descenso, el descanso de la odisea. Dentro de este paisaje ya recorrido y ahora difuso, los destellos de la pandereta siguen arrojando luz y la guitarra con su distorsión y extensión aparece para apaciguar el calor de los feligreses del presente.