Rara, 23 de agosto en Pura Vida (La Plata)
Macabro show del ego en esta vida creada
Por Constanza Báez
El pasado 23 de agosto Rara presentó Melodrama en Pura Vida, retrato fragmentado de un mapa afectivo. La fachada monocromática de Pura Vida acompaña la decisión estilística de los habitués. Esos que, a pesar del frío de agosto, comparten latas de cerveza en la Plazoleta de los Lápices o en las mesas improvisadas del bar sobre diagonal 78. El vaho se confunde con el humo de cigarrillo en esa media cuadra de La Plata donde se congregan, hace diecisiete años, artistas de la escena.
Esta noche es el rojo el que da ese el detalle de color. El que tiñe ese diseño antropomórfico con cuernos, un fauno bufón. Que se ríe del drama, lo enfrenta, lo cuestiona, lo habita. Rojo, como el cartel neón de Pura Vida que funciona como única escenografía. Rojo, como la gran rosa que viste Clara en su cuello o las medibachas de María. Rojo, como la camisa de Iñake, la pollera de Abril o la correa de la guitarra de Gregorio. Rojo, como el amor o la rabia. Como el melodrama.
El comienzo a la hora anunciada nunca se cumple y una cuenta con eso, el lugar también. Aunque la cita era a las 9 de la noche, recién a las 10 se arma una fila irregular de personas tomando el ultimo trago de cerveza mientras buscan el QR. Una “R” con fibrón, rojo obviamente, en el dorso de la mano habilita el ingreso. Las puertas ciegas se abren a un lugar oscuro y el escenario Federico Moura espera ansioso ser habitado otra vez. Detrás del neón, al costado de la barra, Matías Angelini y Manuel Álvarez, integrante de Vita Set, ya están compenetrados con el set de vinilos anunciado previo al show.
Sobre un celofán metalizado y tenuemente iluminado manos levantan stickers y un fanzine en él que puede leerse: “El melodrama como estado y como puesta en escena, como catarsis de malestares comunes”. Rara, el trío compuesto por Clara Bares, María Auge y Gregorio Nicolai, presenta su disco esta noche y dejan plasmado en papel lo que significa para ellos, solo falta subirse al escenario.
La actriz Delfina Pons es la primera en hacerlo. En el reducido espacio que queda entre el cablerío y los instrumentos ya ubicados logra encantarnos con su voz en el breve instante donde recita el poema que da inicio al show. En armonía con el texto del fanzine y la descripción que la banda hizo de Melodrama, pronuncia las últimas líneas mientras ellos se ubican y disparan la intro de Art Deco, como si le hubiésemos puesto play en casa.
Pasan quince minutos de las once, Clara saluda brevemente mientras la base de Fake suena y el público comienza a preguntarse si tocaran el disco en orden. Por suerte eso no pasa y atacan con una seguidilla de canciones donde se cuela Una Punta, de su primer EP y Fizz, cover de Babasónicos, con un tempo algo más veloz que les queda muy bien.
Desfachatados. Ellos y el público que acompaña la euforia del clásico estribillo con luces rojas que bañan el lugar. “Canten todo” pidió Clara, la gente cumple. Es una frontwoman en desarrollo creciente. Despojada de la chaqueta negra con flores escarlata, solo queda la que adorna su cuello y acaba en lazos de cuero que caen sobre su camisa blanca. Baila con movimientos frenéticos por momentos, ondulantes por otros. Todo en el limitado espacio entre sus teclas y María. Quien, silenciosa, viste una especie de gorguera barroca sobre la que se calza el bajo para dar inicio a Mi danza.
No quiero ser ángel de tierra, no quiero perderme la fiesta, dejar de bailar. Nadie quiere, Desaria tampoco. Quien sube al escenario entre cueros acharolados, suaves telas y una presencia en la timidez para conmovernos con Condena. El público aplaude y canta con ellas, exteriorizan, hacen catarsis del malestar propio, del que comparten, el que compartimos. No aceptamos la condena y no queremos perdernos el final.
Luego de la contemplación y el remanso vuelve la euforia, la adrenalina previa al fin. Los cuerpos se revuelven, chocan, piden disculpas con un gesto y continúan la danza. Siguiendo el beat y gritando Melodrama, Clara cede el micrófono al público para el cuestionamiento: ¿Qué tal si no perdemos el tiempo?
Pero es finito y ya son pasadas las doce, el segundo turno del Pura apremia. Ellos, como nosotros, quieren aferrarse al presente. Como el metal que, al igual que el público fluye conectado, un poco por el limitado espacio otro por acompañar el ritmo. Ese que paso de veloz y apremiante a lento y dilatado, aunque insiste en plantear dudas: Elegir entre el bien y el mal, un dilema histórico que Rara deja sin respuesta en el cierre de su disco y de la presentación en vivo.
Transitamos los fragmentos que construyen Melodrama. Ese mapa afectivo que retrata amor, desamor, rabia, deseo, euforia y desesperación. Desahogados y satisfechos de baile, como Moura hubiese querido, abandonamos la pista hasta que empiece el próximo turno.

