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Una noche de hits - por Julia Moiguer

Roque Narvaja en Torquato Tasso, 

Una noche de hits

Por Julia Moiguer

Muchas canciones de cancha no nacieron en la tribuna: alguna vez fueron letras de amor, himnos de juventud o críticas sociales que, con el tiempo, se escaparon de sus autores y encontraron otro lugar donde vivir. “Dale, dale, dale Ro, hoy te vinimo a alentar, para ser campeón hoy hay que ganar”, se lee con ritmo y pasión. Y sin embargo, en el emblemático Torquato Tasso, esa misma melodía volvió a sonar con su letra original, la que Roque Narvaja escribió sobre “una mañana de sol” y enamorarse hasta la nariz.

Narvaja se subió al escenario en la sala porteña el pasado 1 de agosto y lo hizo con un show que fue, ante todo, una celebración de canciones. Canciones que sobrevivieron décadas, que se colaron en las canchas y en la radio, y que regresan a manos de su autor. Fue una noche de hits. ¿Quién puede sostener un recital entero a puro hitazo? Roque, uno tras otro.

El público, mayormente de canas blancas, movía los brazos de derecha a izquierda y cantaba a los gritos cada tema como si el tiempo no existiera. Pocos celulares interrumpieron la vista: las manos estaban dedicadas a acompañar el ritmo o, simplemente, entrelazarse con otras, generando un presente muy presente -valga la redundancia-.

La banda, clásica de rock, con un bajo que marcaba el pulso, una batería llena de energía y un teclado que a ratos ocupaba el lugar de un saxo, estaba formada por músicos jóvenes y cómplices que siguieron a Roque en cada compás.

Él, alternaba entre la ternura de dedicarle una canción a una cama, hasta la picardía de responder a un: “¡Grande, Roque!” que estalló desde el público con: “Estoy grande, pero todavía puedo. Gracias”.

Hubo espacio para lo nuevo con la canción:  “Una foto de papel”  y también para la reflexión: “Cuando el mundo no me viene bien voy a mi corazón a buscar el niño que fui. Todos tenemos ese niño todavía, aunque los años insistan en volvernos mayores”. Palabras de Narvaja que abrazaron los ojos atentos y húmedos del público, despertando recuerdos y sonrisas dormidas.

El show cerró con “El extraño de pelo largo” y “La reina de la canción”, himnos que atravesaron generaciones. Y cuando parecía que las luces se apagaban,  Rock Narvaja  hizo cantar a su guitarra mientras saltaba y desatando un intercambio de riffs con su compañero de banda, como si las guitarras estuvieran hablando entre sí, demostrando que la rockea con las venas.